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Un contenedor fuera de serie

  • Foto del escritor: Paula Moreno
    Paula Moreno
  • 2 jun
  • 5 Min. de lectura

"El Alma de Ema" - Ilustración por Viviana Brass
"El Alma de Ema" - Ilustración por Viviana Brass

Tengo una gran debilidad por ciertas colecciones. Me gusta coleccionar miniaturas, cajas de diferentes tamaños y formas, botellas, caracoles, etc.


Un día, me di cuenta del tesoro que había forjado: una colección de contenedores.

Si buscamos la definición de la palabra contenedor, nos vamos a sorprender de las distintas acepciones.


Desde EMDR es un lugar metafórico donde se puede guardar recuerdos o material que no se ha terminado de procesar, por ejemplo. Desde lo poético es el lugar donde se guarda lo citado por un poema. También puede ser un recipiente para guardar o trasportar alguna cosa.


Si bien algunas de esas definiciones podría acercarse a lo que hoy les comparto, voy a darle un nuevo significado al concepto de contenedor.


Contenedor en sesión: Dícese de la obra de arte que una persona realiza con diferentes materiales, y que le permite guardar allí diferentes estados mentales. Esos estados mentales pueden ser: sensaciones, pensamientos o emociones. 


Este nuevo objeto necesita tanto del terapeuta como del paciente, para llevar su particular atención al proceso de creación del mismo.


Los materiales para ser creado deben ser variados: cachivaches, telas, papeles de diferentes colores y texturas, palitos, hojas de la naturaleza, botones, cajas de diferentes tamaños y formas.


En estos contenedores, el paciente puede decidir qué es lo que necesita guardar allí y por cuánto tiempo. No necesariamente tiene que ser algo perturbador, pero si lo fuera, siempre habrá una válvula de escape que se hará en el contenedor.


A lo largo de los años, fuimos perfeccionando la técnica. En un principio armé una caja que contenía botellitas contenedoras. Estas botellas eran de diferentes colores y tamaños. Su vidrio tenía texturas diferentes. Sin embargo, me di cuenta, que por el mismo lugar entraban y salían los contenidos mentales (cuestión que me parecía había que mejorar) y que su capacidad de contención era muy limitada.


Es así que comencé a proponer que cada paciente imagine la forma del contenedor que quería crear.


Comencé a notar que la imaginación cobraba aquí un rol fundamental. Los niños en especial, buscaban formas de lo más originales, sus detalles les hacían gracia y les permitían crear nuevas opciones.


Este contenedor hecho a medida según lo que cada uno necesitaba, generaba una sensación de estar activo en el proceso. 


Los colores y las texturas que elegían cuadraba a la perfección con los estados emocionales. Por este motivo, el proceso de creación se convirtió en un verdadero buceo hacia el mundo interno.


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Este niño decidió armar su contenedor para la emoción que más le dificultaba manejar: la ira. Puso al león en una almohada porque quería que vigilara a la emoción, de manera tal que saliera en su justa medida. Por este motivo eligió una almohada, así cuando la ira se empezaba a desbordar, él podría descargarla en la almohada.


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Esta niña hizo como contenedores, dos cajas con formas de animales. Decidió que la manera de guardar algunas emociones allí, sólo sería posible si su mamá la ayudaba. Por eso hizo a dos cajas animales. Algunas veces expresaba que quería que su mamá también tuviera su caja de emociones.

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Este contenedor es una torre, que también necesita guardianes. Esta niña solía desregularse a menudo.


Existe otra arista muy importante en esta intervención clínica: el contendor está a lo largo de todo el tratamiento, acompañando las distintas etapas del mismo. Es factible a cambios, agregados o remodelados de sus características.


Esto genera una sensación de continuidad, de estabilidad y de disponibilidad. También ayuda a generar confianza en ellos mismos y en el vínculo. Saben que yo cuidaré de su contenedor en sesión y entre sesiones, a lo largo de todo el proceso.


Esta manera de crear sus propios refugios internos en un objeto externo, les permite generar pautas de enraizamiento, al manipular el material y al tener entre sus manos a su objeto de arte.

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Esta niña realizó su contenedor, pero al finalizarlo se dio cuenta de que todo lo que guardara se podía perder. Esto nos permitió explorar algunas pérdidas y valorar aquello que quería guardar en su objeto creado.

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Este niño hizo su contenedor con muchas funciones: para guardar los insultos que salían de su boca, para guardar sus pensamientos negativos, y también para guardar recursos como la fuerza.


Los contenedores entonces, son también parte de la resiliencia. En ellos podemos atesorar recursos, fortalezas, cualidades.


Si el paciente no encuentra estas fortalezas podemos ayudarnos junto al contendor, de alguna práctica compasiva. Tal vez necesite que algún personaje le preste esas cualidades positivas.

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Esta niña decidió que su contenedor iba a tener forma de placard. Con cajones y distintas ropas para vestir a sus pensamientos y emociones.

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Cuando trabajamos con niños que han sufrido situaciones múltiples de trauma relacional, podemos encontrarnos con la necesidad de trabajar primero otros síntomas. Esta niña manifestó sentir voces en su mente. Una de esas voces le decía que se lastime.


Cuando le cuento la posibilidad de hacer un contenedor para cada una de esas voces, me dijo que prefería hacer una máquina para que ellas se comunicaran entre sí y con ella misma. Hizo un intercomunicador para activar las comunicaciones de su mente.

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El contenedor permite, además, a través de la psicoeducación, trabajar con la ecuanimidad. Ayudar al paciente a recibir tanto las emociones agradables como desagradables, constituye una verdadera práctica de mindfulness.


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Este niño decidió hacer un contenedor que lo pudiera contener a él mismo. Solía decir que se veía malo y quería estar protegido cuando esos pensamientos aparecían. Este contenedor dio la posibilidad de trabajar con su vergüenza y con una mirada más compasiva consigo mismo. En este caso los dragones compasivos podían entrar a su contenedor.


La creación de estos contenedores permite no sólo contener aquello que necesita ser acogido, sino que es un verdadero aliado a la hora de explorar el mundo interno.


Considero que su función es espiralada y gira en relación a una manera de regulación emocional, como a una forma de indagación profunda, con posibilidad incluso de ser el lienzo donde externalizar algún recuerdo traumático, para ser procesado.

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Esta creación es de un niño que armó un artefacto precioso, donde había recursos y maneras de regular aquello que se desbordaba en su mente, desde voces internas a diferentes tipos de emociones. Este niño quiso que su contenedor sirva para su familia. Por eso agregó una caja con la función de protección familiar.


Suele ser muy efectivo trabajar en el nivel familiar con estos contenedores. No sólo explicándoles a los miembros de la familia cómo funciona el contenedor del niño, sino creando un contenedor familiar.


Esta intervención permite que se piense en las necesidades de los otros, que haya un objeto recordatorio de ello, permite una comunicación empática y pone de manifiesto el trabajo de toda la familia en este proceso regulatorio.


En algunas oportunidades ofrezco estrategias que permiten reforzar alguna parte del contenedor. Por ejemplo, les leo una poesía o un cuento y les pregunto si creen que podría ser parte del contenedor. Este recurso suele ser aceptado, ya que guardamos ese relato con la voz que nos ayuda a generar cierta seguridad interna, y con las ilustraciones que corren el mismo destino.


Este recurso del contenedor está alineado con la búsqueda de la seguridad interna en estos pacientes que no han podido vivirla anteriormente.


¿Qué forma le darían a su propio contenedor?


Exploren con curiosidad amable y anímense a realizarlo desde el arte. Será una gran oportunidad para conocerse a ustedes mismos.

 
 
 

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