Tejer memoria afectiva. Propuesta clínica desde Legados de amor
- Paula Moreno

- hace 6 días
- 4 Min. de lectura
Cuando desarrollé mi libro-objeto Legados de amor, mi objetivo fue trabajar con mi historia desde el arte. Nunca imaginé que pudiera guardar, en su interior, la oportunidad de ayudar a otros.

Les voy a compartir una historia que ocurrió de manera mágica. Presten atención a esta última palabra. Si bien la intervención clínica tiene su fundamento teórico, lo que allí sucedió es producto de la sincronicidad.
Tomi (nombre ficticio) es un adolescente de 15 años que acude a terapia desde hace tres. El motivo de consulta giraba en torno a sus síntomas de ansiedad, autolesiones e impulsividad. Vive con su familia adoptiva desde los 2 años. Aunque Tomi había tenido otros tratamientos psicológicos, nunca había revisado su historia previa a la adopción.
El solo hecho de nombrar la posibilidad de revisarla lo enfurecía y aterraba. Sin embargo, en una sesión aceptó que le leyera mi libro de cuentos Un mono a prueba de tormentas (que trata sobre los procesos de adopción). A Tomi le encanta ser narrado: pide que nos sentemos en el suelo y, con la merienda de por medio, leemos cuentos.
Algunas semanas después de aquella sesión, llega al consultorio con una noticia:
—Paula, decidí que voy a escribir un libro sobre mi historia. —¡Qué bien, Tomi! Pero vas a necesitar conocerla primero.
Tomi asintió y concertamos un encuentro con los padres.En primer lugar leí el expediente y, en una entrevista a solas con ellos, acordamos la información que se le compartiría.
A la semana siguiente acudieron a sesión Tomi y sus padres. Trabajamos con el protocolo de Joan Lovett (EMDR), donde los padres le contaron su historia antes de ser adoptado. Era la primera vez que Tomi escuchaba esa información. Preguntó muchos detalles; rió y lloró junto a sus padres a medida que la sesión avanzaba. Estaba muy emocionado de conocer la historia de sus primeros días de vida, los nombres de sus padres biológicos, hermanos y los primeros pasos hacia la adopción. Algunas experiencias que le compartieron lo entristecían; otras, lo enojaban.
Su idea de escribir un libro seguía firme.Semanas más adelante, Tomi llega a sesión decidido a la escritura. Comentó que quería hacerlo allí, conmigo. Espontáneamente le conté que yo también había escrito un libro sobre mi historia. Le dije que era la primera vez que iba a compartirlo.
Busqué la caja de madera y la coloqué en el suelo, entre los dos. Tomi se mostraba curioso y ansioso a la vez. Cuando abrí la caja, un aroma a eucalipto nos envolvió. Le conté la historia de los eucaliptos que juntaba con mi abuelo cuando era chica.Él me dijo: —Yo me acuerdo de una colonia que me ponían cuando era chiquito.
Tomi miró dentro de la caja y descubrió la cajita de música. Pidió permiso y quiso hacerla sonar. Sin embargo, algo del mecanismo falló y no sonaba. Lo tranquilicé diciéndole que más tarde podría arreglarla. Dejamos la cajita a un lado y seguimos explorando.Tomi desplegó el libro donde están mi rostro y el de mi madre. Dijo que nos parecemos.
Agregó: —Yo no sé si me parezco a alguien. No tengo fotos de mi mamá biológica o de mi papá biológico. Me gustaría saber si me parezco a alguien.
Luego tomó el reloj. Le dije: —Ese es el reloj de mi abuelo paterno.Tomi negó con la cabeza y dijo que él no conoció a sus abuelos, o no lo recuerda. Agregó que lo que hizo su abuela “no estuvo bien”, haciendo referencia a malos tratos.
Cuando suponíamos que la cajita de música estaba rota, mágicamente el mecanismo se destrabó y comenzamos a escuchar una melodía infantil muy agradable. —¡Paula, funciona! ¿Vos te acordás de esta música? —Bueno… me acuerdo de la sensación que tenía cuando mi papá la hacía sonar a la hora de irme a dormir.
Nos quedamos disfrutando de ese momento y escuchamos toda la canción. —Me gusta tu libro, Paula. Voy a empezar a escribir el mío.
Así lo hizo. Durante varias sesiones escribió y dibujó su historia. Invitó a su familia a escribir algunos capítulos con él.
Pero la historia no termina acá, porque juntos nos dimos cuenta de que ese libro tendría un final abierto, ya que podrían surgir nuevos capítulos.
Si miramos estas entrevistas, podríamos observar los siguientes puntos:
Estoy convencida de que la posibilidad de haber trabajado en mi propia historia abrió las puertas para que Tomi revisara la suya.
Es necesario crear condiciones de seguridad para abordar experiencias dolorosas.
La exploración, cuando trabajamos con pacientes traumatizados, se convierte en un modelaje que no han recibido en sus primeros vínculos.
Los niños adoptados tienen derecho a integrar su historia pasada.
Necesitamos trabajar con padres adoptivos para que la integración sea de toda la familia.
Como terapeutas, necesitamos cultivar la cualidad de presencia para ser guardianes amorosos de estos procesos.
Ofrecer recursos que faciliten una mirada amorosa hacia sí mismos.
Respetar las emociones y pensamientos que aparecen en relación con sus familias de origen.
La premisa del enraizamiento en las sesiones es un aliado esencial: permite abordar el pasado sin reexperimentarlo. En este caso, el libro-objeto funcionó como ancla (texturas, aromas, sonidos).
Trabajar desde la narrativa y el arte permite procesar la información somatosensorial.
Colaborar en el discernimiento entre pasado y presente.
Favorecer una mirada bondadosa hacia el niño del pasado, promoviendo, por ejemplo, una práctica de Loving Eyes.
Contribuir a que la familia adoptiva forme parte del proceso de escribir esta nueva narrativa.
Estar atentos a los posibles blancos de elaboración de experiencias traumáticas.
Aunque nuestras historias sean diferentes, mostrar el trabajo con la historia personal permitió poner de manifiesto la común humanidad.
Resaltar las cualidades del vínculo terapéutico.
Surge en mi corazón un profundo respeto por cada proceso y me invade una alegría mansa al notar las tramas de nuestras bodas que se van tejiendo. En cada hebra hay una interdependencia con muchas otras personas que, a su vez, forman parte de nuestras historias: la de Tomi y la mía.



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