Retratos del alma. Intervenciones clínicas a través de la fotografía
- Paula Moreno
- 19 ago
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Mi historia con las fotos tiene muchos años y una gran cantidad de aristas.
Desde muy pequeña adoro las fotos. En casa había un mueble destinado al guardado de ellas. Algunas de las experiencias de mis padres se colaron en esta pasión de mirar a través de los lentes de una cámara.
Imagino a mi papá cuando salía a pescar en una ciudad llamada Mar del Plata, en Buenos Aires, Argentina. Salía de madrugada con su caña de pescar naranja y su cofre lleno de adminículos. Llevaba también su cámara de fotos. Salía de madrugada. Aquello que podía captar con esa cámara, en medio del mar, en esa soledad inmensa, eran para mí el mejor regalo.
Claro que, las fotos y el vínculo con ellas, fue cambiando a lo largo de mi vida. No sólo por mi propio crecimiento sino también por el progreso de la sociedad y la tecnología.
Tengo un dejo de melancolía cuando recuerdo el proceso de sacar fotos con las máquinas analógicas. El comprar los rollos de fotos. El arte de ubicarlos de manera correcta, hacer girar los primeros milímetros, evitar que se vele, y calzar justito el rollo para que saliera la primera foto.
El ejercicio de la paciencia, en terminar el rollo, mandarlo a revelar y luego imprimirlo, era un gran ejercicio. El asombro ante la imagen impresa y el recuerdo de la experiencia vivida. No siempre coincidía.
Me “autopercibo” acumuladora de fotos en formato impreso y desde que la tecnología cambió, en formato digital. Intuitivamente fui incorporando esta pasión, de manera tal que, sacar fotos diarias, a los detalles de mi vida, se hizo costumbre.
Algunos pueden pensar que las fotos son estáticas, carentes de vida, fijas. Sin embargo, para mí son recordatorios de una experiencia más amplia, guardada en el alma.
Así como la fotografía es parte de mi vida, lo es también de mi trabajo. Compartí varios artículos en esta página, donde hablo de ellas.
Hoy siento la necesidad de convidar algunos descubrimientos a la hora de ofrecer en el espacio clínico, las fotos.
Los recursos que aquí escribo no equivalen a una receta. Son más bien semillas para que cada uno pueda hacerlas germinar en su territorio y en el territorio de las personas a quienes se las ofrecen.
Sugerencia: antes de ofrecer un recurso, pruébelo en Ud. mismo. No hay manera de ofrecer el trabajo con una foto si uno mismo no pasó por esa experiencia.
Un secretito dentro de la sugerencia. Tenga a mano alguna cámara de fotos de las antiguas o por lo menos una foto para contar el misterio de las fotos de antes.
Tuve grandes Maestras que me enseñaron y lo siguen haciendo, a experimentar con fotos. Maestras de arte, de narración, fotógrafas, poetas. Las fotos cuentan historias. Cada foto es como una Mamushka. Un sin fin de historias guardadas unas dentro de otras. Cada detalle encontrado en la foto podría ser una historia a desplegar, la luz en ellas, lo que ilumina y lo que no, aquello que queda en la sombra, lo que tiene nitidez y lo que no.
Uno de los mayores desafíos a la hora de trabajar con las fotos es entonces: la contemplación. Poder detenernos en las fotos que previamente le pedimos al paciente que buscara.
Aquí está el arte. Porque las fotos que invitamos a buscar dependerá de una cuestión netamente clínica. Imposible saber de antemano cuál será la invitación. Pero ya estamos habilitados a imaginar y pensar las infinitas posibilidades.
Desafía número dos: La intervención de la foto/las fotos
Intervenir una foto significa modificarla a través de algunos recursos artísticos. Se pueden utilizar los siguientes recursos:
Tachar partes de la foto
Recortar partes
Pintarla
Calcar
Cubrirla con distintos materiales y texturas
Recortarlas con distintas formas o movimientos
Superponer partes
Cambiarles el fondo
Hacer collage
Agregarles elementos de costura: hilos, botones, puntillas, etc
Bordarlas
Pincharlas con punzón
Esta lista puede seguir al infinito (y más allá).
Volvamos al ofrecimiento: estas infinitas posibilidades serán compartidas según lo que esa persona necesite, en ese momento determinado del tratamiento.
Aquí comienza a tejerse la trama donde un hilo está conformado por la búsqueda de las fotos y luego por la intervención.
El proceso es tan o más importante que el resultado. Nuestra guía amorosa en el mismo es fundante. Cuando una persona interviene una foto, no sucede lo mismo si la recorta, si la rompe con la mano o con una tijera, si decide quemar un borde o usar papel de calcar.
Poder ir preguntando qué ocurre en el cuerpo y en la mente en cada movimiento que le damos a la intervención de la foto, es una puerta de entrada.
El momento de la sesión en el cual es ofrecido esta intervención también es importante. No será lo mismo si se hace en un primer momento del encuentro, en la mitad o como cierre.
Puede llevar varias sesiones completar este proceso. Es factible, que la intervención fotográfica se vaya transformando a lo largo de todo el proceso terapéutico. Convirtiéndose en un recurso siempre disponible y con posibilidades nuevas.
El buceo en la foto mirando el antes y el después, es sanador. La exploración será guiada por nuestras amorosas preguntas. Dando espacio para el silencio y la contemplación.
Podemos ofrecer trabajar con una solo foto a con una secuencia de las misma, cuyo hilo conductor sea co construido por paciente y terapeuta. Podemos buscar secuencia de miradas, gestos, roles, lugares, edades, etc.
Me suele convocar el trabajo con los detalles de las fotos: una mano apoyada sobre otra, un vaso de agua vacío en un cumpleaños, una valija, una ventana.
Es posible hacer foco ahí para luego ampliar a toda la foto nuestra mirada.
Las fotos funcionan como grandes REVELADORAS: de experiencias, de traumas, de historias de vínculos, de estados de ánimo, de secretos familiares, de recursos.
Voy a hacer especial mención al papel de calcar. Poder jugar con las trasparencias, lo que se ve o lo que no se trasluce, es un camino único.
De esta manera, las fotos, son parte de un ritual en sesión (ver artículo sobre rituales en esta página).
Elegir una o varias fotos como recordatorios tiene una gran eficacia en lo terapéutico. Hace unos años atrás, cuando estuvimos encerrados por la pandemia, un amigo español me regaló una foto de unos piecitos de niños y niñas sobre la arena. Sólo se veían los pies. Utilicé esta foto cada día que tenía que atender en el Programa de Asistencia al Maltrato Infantil desde mi casa. En aquel momento las denuncias por maltrato habían crecido. Esa foto reflejaba mi intención de trabajar para ellos y mi compromiso.
Para aquellos pacientes que han sufrido traumas relacionales puede ser un buen nodo a la hora de reprocesar desde EMDR alguna experiencia. Podría servirnos como base para el trabajo de psicoeducación.
Recuerdo un hombre que había sufrido traumas de relación en su infancia y mostraba distintas partes de su personalidad. Ya cerca del final del tratamiento, decidió hacer un ritual de unificación de sus aspectos disociadas con fotos.
Este proceso de crear a partir de las fotos una nueva narrativa, ayuda con el discernimiento del pasado y el presente y a darle sentido a aquella experiencia traumática.
En varios procesos, invité a las personas a elegir una o varias fotos y hacer un viaje sensorial por ellas. Es decir, que sólo cuenten la historia los sentidos. En personas traumatizadas, este trabajo es uno de los primeros pilares.
Las fotos nos permiten trabajar en el pasado, en el hoy y en el futuro.
Como las fotos no tienen textura, podemos agregarlas. Incluso podemos agregar aromas. En todos estos movimientos clínicos, invitamos a explorar con preguntas hacia las fotos, habitar esas preguntas o jugar a contestarlas.
En las fotos siempre hay cuerpo: la foto de papel, el cuerpo de quien sacó la foto y el nuestro en la sesión. Nuestro cuerpo traduce la foto, la lee. Rastrear qué partes de mi cuerpo se ven afectadas al ver la foto antes y/o después de la intervención. Preguntarnos si mi respiración es la misma, si mi postura cambia, si mis emociones aparecen. Podemos contestar a la foto desde mi yo compasivo. Hacer una carta compasiva hacia esa foto o incluso que la intervención de la foto se convierta en esa respuesta amorosa.
Encontrar el ritmo de la foto puede ser un arduo trabajo: ¿Puede la foto ser acompañada por una poesía, por un cuento? ¿tiene una música en particular? ¿Cuál es el contexto socio histórico de esa foto?
¿Podría una foto ayudarnos a expandir nuestra conciencia? ¿me es útil para enraizarme? ¿o me desconecto?
Las fotos suelen mostrar costumbres, códigos familiares, estilos de comunicación, contextos. Si buscamos con curiosidad genuina en estas preguntas, podremos sorprendernos con lo que va surgiendo.
Contemplar una foto en este contexto clínico es un acto corajudo, es un acto de creación.
En algunas oportunidades presento objetos narradores que acompañen a las fotos. Por ejemplo, el estioscopio: es un objeto por donde se puede ver en una punta y tiene espejos en su interior que permiten focolizar algunos fragmentos de la imagen. Según cuenta la leyenda, es uno de los juguetes preferido de los duendes. Dicen que los padres regalaban este objeto a los niños con el objetivo de cultivar en ellos la costumbre de mirar con atención los detalles de los bosques. Piensa en aquellos que por estar distraídos pasan sin notar un sinfín de maravillas.
Las fotos pueden ser puestas en la lente de este objeto y mirar a través de él.
Cuando trabajo con niños, los procesos son los mismos. Conformar los protocolos de EMDR con las fotos, utilizarlas para instalar recursos o para llevar adelante el protocolo de Joan Lovett.
Me parece fascinante explicarles a los niños todo lo relativo a las cámaras de fotos analógicas. Usar palabras que puedan funcionar como metáfora: luz, sombras, revelar, cuarto oscuro, rollo, sensibilidad a la luz.
En procesos adoptivos, las fotos pueden ser creadoras de memorias. Ya sea porque se utilicen las fotos que los niños guardan por haber vivido en hogares de tránsito, o momentos del primer día en la familia nueva.
La intervención de fotos, puede ser ofrecida en sesiones familiares. Entonces las propuestas se multiplican. Desde brindarle información con las fotos al niño, como base para reprocesar momentos de intervenciones médicas, experiencias pre verbales o realizar las intervenciones artísticas en familia.
Una familia trajo impresas fotos de la pandemia para ayudar a su hijo con los temores actuales, con la hipótesis de que, probablemente, tuvieran relación con aquella época. Cada foto que recorrieron les permitió a la familia, ampliar su conciencia en cuanto: experiencias vividas difíciles en aquel momento, recursos familiares, alegrías.
Ofrecer desde una foto la creación de un Yo compasivo suele tener un anclaje muy fuerte. La foto puede ser el gesto amoroso que los acompañe fuera de sesión.
Estas maneras que fui creando para el trabajo con fotos en las sesiones son parte de mi integración con los marcos teóricos con los que trabajo.
Cada intervención clínica sigue los parámetros del trabajo sensible al trauma. Constituye, además, una manera creativa de trabajo con arteterapia.
Estamos en condiciones de abrir nuestro PUP: nuestro Posible Universo de Posibilidades
Poesía
Paula Moreno
Volví a despeinar la caja de fotos
bordeando los rostros desconocidos
llegué al tuyo
es desconocido también
duele la memoria porque no quiere ser cazada
teme que la tristeza sea difícil de acariciar