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  • Foto del escritorPaula Moreno

Las capas de la vida

“ La ventana estaba abierta a la tarde y temblaba el viejo a la luz del sol ya en baja. Sintió otra vez la visita, leve, de una soledad sin fondo, sintió que toda la vida había avanzado en puntas de pie buscando amor, lloró en honor de algo que recién ahora comprendía. Después fue como si la sangre le regresara a las venas, como si estuviera en los comienzos de la vida, como antes de conocerla a ella, y entonces pudo recordarla como había sido hasta antes de conocerlo a él, ya no enferma por la anorexia sino una criatura tocada por el sol, garganta plena sonando en su cabeza.


¿Usted cree que quiso decirme otra cosa?, preguntó, pero ya estaba vencido. Faltó nada más que un arre del muchacho para que el viejo levantara la tapa del piano y empezara a jugar con los dedos…, hay que afinarlo, veinte años es mucho tiempo…, no va bien este sí, ni el dedo, ni…, pero igual los dedos se le fueron, empezaron a correr por su cuenta, primero con uno, luego con dos, siguió la melodía de una sonata, hasta que abrió las manos sobre el teclado y se lanzó en un himno a la alegría.


Tocaba como un loco el viejo, tenía los pelos para cualquier lado, saltaba por sobre las notas desafinadas, como quien atraviesa, a saltitos y en puntas de pie, las piedras de un río, tropezando de vez en cuando, cada vez más allá, en busca de un lugar de luz que hacía mucho no visitaba…” (Andruetto María Teresa. No a mucha gente le gusta esta tranquilidad)


Como si me hubiese encontrado a mí y no al revés, este fragmento me iluminó. No sólo por su belleza poética, sino porque destrabó un enredo de palabras que no encontraban la manera de hilarse. Palabras que les costaba expresar un sentir.


Es que encontrar capas por donde uno mire parece cosa fuera de lo normal. Pero a mí me viene sucediendo. Tal vez sea por ese extraño efecto, que de seguro muchos han vivido: tan solo hablar de un tema y el mismo empieza a brotar por doquier.


Así fue que empecé a notar en mí las capas de mi vida. No estoy segura del número de capas que llevo contadas, pero a los efectos, eso no es relevante. No creo que haya un número determinado tampoco. Igual que el viejo del escrito, levanté la tapa del piano, o la capa, y los dedos de mi conciencia empezaron a jugar. Tardé en entender que se trataba de un juego muy serio. Recién ahora soy capaz de comprender el proceso. Puedo escuchar la melodía que surge de allí. Yo también fue saltando notas, o capas, primero con pasos titubeantes, indecisos. Luego tropecé y tropiezo, una tras otra las piedras de ese andar. Y como el viejo, también puedo sentir una luz tibia que abriga.


¿Qué inició esta exploración profunda? Es una pregunta que aún no me contesto. Lo que se, es que alguien o muchos, personas, experiencias, seres vivos, recuerdos, imaginaciones, deseos, terrores, esperanzas, anhelos, ansiedades, entusiasmos, me avivaron el interrogante.

Sólo a partir de recorrer las propias capas, y aun estando en ese proceso, que, dicho sea de paso, creo que, por suerte, no acaba nunca, es que regalo la propuesta a otros/as.

Me gustan las capas porque cada una tiene un color distinto, un grosor, una textura, un aroma, cualidades que las hacen única. Si bien, cada capa es parte de un todo, son en sí mismas un mundo. El tiempo de adentrarse en cada una de ellas es un tiempo sagrado.


Como aliadas hay que desempolvar a la paciencia, la ecuanimidad y las ganas de husmear de que se trata. Es posible que necesitemos cuotas de valentía y compañía en el proceso.

Aprendí que cada capa a su vez, tiene una función. Preguntarse sin apuro por ella, suele ser interesante. Digo esto, porque a primera vista, uno podría pensar que vamos en camino a una mayor profundidad, y por lo tanto las primeras capas serían superficiales, sin importancia.


Esto no es así. Cada envoltorio, es necesario y precioso. Son parte de nuestro ser. Estas capas no hablan de jerarquía sino de proceso. Cada una de ellas tiene sentido en función de la que sigue y cada ingrediente de una de ellas, prepara el terreno para que la próxima se forme.


Estas capas no sólo se diferencian, sino que también comparten cualidades. Una de ellas es la protección. Y nuestra mente corporizada sabe que la protección es parte de nuestra sabiduría. Algunos se confunden, piensan que la protección es una manera de evitación.

Sin embargo, las capas nos ayudan a distinguir aquello que tiene permitido entrar y aquello que no, y lo que puede salir y lo que no. Son un filtro natural que poseemos. Un regulador de necesidades.


Si nos detenemos en cada capa y la exploramos, tal vez encontremos muchos sentidos allí guardados, almacenados. Las capas comparten esta última cualidad: la de almacenar. Aquí la idea no se acerca al acumular sino a la posibilidad de mantener vivo aquello que será nutriente para nosotros. ¡Qué hermosa oportunidad nos ofrecen las capas! Ser reservorios de lo que necesitamos, de lo que nos alimenta.


La idea de ofrecer en los procesos terapéuticos y de autoconocimiento, el trabajo en capas, nos genera una intención de exploración preciosa. Nos permite fomentar en nosotros/as una mirada amorosa hacia la paciencia de recorrernos, parte a parte, capa a capa. Sabiendo que curiosear en cada una de ellas llevará tiempo, paciencia infinita, tolerancia, incertidumbre, no saber, perdernos, volvernos a encontrar.


También nos permite encontrar otros estratos que confluyen con cada capa. Como una suerte de valoración de la interdependencia. Porque esas capas están conformadas por conexiones, desconexiones, agujeros, encuentros, tobaganes emocionales.


Notar que no estamos solos en ese recorrido puede ser la gran diferencia. Porque para ver a través de las capas necesitamos ir preparados y ese equipo de exploración nos brindará los elementos precisos para sondearla. Pelar las capas de la mano de un alma amorosa es el secreto develado.


Descubrí también, que, en algún momento de ese proceso en capas, aparece un núcleo. Como la luz que el viejo del relato inicial encontró.Un centro que genera una gran felicidad. Un centro que ilumina cada capa como si supiera, que llegar hasta él implicó un viaje por territorios que eran preciso recorrer. Ilumina cada capa dejando ver como si fueran veladuras, sus tonos, sus nervaduras, sus pigmentos, sus brotes, sus surcos.


No hay otra manera de llegar a ese centro que no sea sintiendo en el cuerpo cada capa que exploramos. Tal vez las capas sean nuestro cuerpo y todo lo que en él descansa.

A veces logro ver capas en los procesos vitales. Como si pudiera ver en mí y ayudar a ver en otros, las capas de los momentos vividos, incluso de generación en generación. Entonces las capas aquí nos ayudan a contextualizar, a entender, a discriminar, a ganar sabiduría.


¿Podría ser ésta una manera de ganar resiliencia? Absolutamente. Porque poder ir paso a pasa, nos ayuda a ganar flexibilidad y confianza. Nos regala una manera de conocernos amorosamente, con el tiempo que necesite cada capa o con el tiempo que decida vivir en ella. Porque cada capa es también reservorio de fortalezas: observarlas y notar cómo hice uso de ellas, me genera la esperanza y la certeza de que puedo recurrir a ellas cuando las necesite. Son parte de mí. Esa resiliencia de capas nos ayuda a sentirnos empoderadas y empoderados, desenvolviendo un sentimiento de eficacia y competencia.


La resiliencia que vive en mis capas nos permite llegar a lo más fundante. A valorar las conexiones que habilitaron cada fortaleza, y cada exploración.

¿Existe una fórmula de las capas? Tal vez la respuesta sea que existe un medio para acercarnos a ellas. Ya sea que estemos explorando las capas de una emoción, las capas de mi crianza, las capas de un dolor físico, las capas de mis pensamientos, las capas de mi ego.

Ese medio que nos permite acercarnos al núcleo de nuestras capas es nuestra conciencia. Y junto a ella la posibilidad de preguntarnos una y otra vez, ¿qué hay debajo de esta capa? ¿y por encima de ella? ¿qué la sostiene? ¿qué ingredientes posee? ¿qué me ayudaría a explorarla? ¿estoy listo/a para recorrerla o necesito quedarme un tiempo más en la capa previa? ¿puedo sentir esa capa corporizada? ¿descubrí los nutrientes que la integran ¿Cuáles son sus tonos?


Me quedo con lo que aprendí de las cebollas: cada capa es una hoja modificada, es un proceso de crecimiento. Y en este proceso de crecimiento, capa a capa, puedo descubrir el sentido de mis experiencias, el sentido de la vida.


Idea del objeto capas: Paula Moreno

Realización del objeto: Adriana Flaiban

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