Cuando estamos cansados, con frío, con ganas de "mimos", no hay mejor alivio que una buena y pesada manta.
¿Saben que los indios hacían sus mantas no sólo para protegerse del frío?
Las mantas eran un objeto preciado y precioso que ellos fabricaban con sus manos. Los o las tejedoras elegían con mucho cuidado los hilos y las lanas, sus colores y texturas, y se unían en un ritual sagrado para tejerlas.
No se elegía cualquier color y peso para todas las mantas. Cada manta tenía su significado y los unía en la intención de cobijar a quien iba destinada. Ya sea a un guerrero o una mamá con su bebé o a toda la comunidad.
Algunos pueblos indígenas tejían mantas con imperfecciones ya que de esa manera honraban a todos los aspectos de su ser, las virtudes y los aspectos no tan virtuosos. ¿Qué bonito verdad?
Cada dibujo de sus mantas representaba algo sagrado para ellos. Tal vez un deseo, tal vez una parte de sus vidas, tal vez una creencia. Los colores eran muy importantes, porque permitían expresar sus estados de ánimo, la ira de los indios, la calma que retornaba.
También había mantas especiales, para recibir a alguien muy querido o esperado. Mantas que envolvían ofrendas, mantas que sujetaban a los viajeros o mantas que anunciaban algún logro del pueblo.
Y además las mantas tenían la posibilidad de ser heredadas, y así pasarse de generación en generación. Igual que en aquella época, en cada casa habrá seguro una manta. Las mantas en casa pueden darnos calorcito, cubrir nuestros pies fríos, servirnos de escondite, o de alfombra para jugar con nuestra mascota.
La manta tiene también un peso. ¿Ustedes saben que cuanto más pesada mejor puedo sentir su protección? Muy a menudo alguien nos ofrece una manta. Se puede sentar a nuestro lado y la pone en nuestros hombros. Es el mejor cuidado que podemos recibir, es el acto más amoroso que nos pueden regalar.
En mi casa y en mi consultorio hay mantas, de distintos colores, tamaños, texturas: de lana, de hilo, de tela, de colores fuertes y otras de colores claros. Y estas mantas están allí para cuando alguien necesita sentirse seguro, protegido, cuidado, mirado, amado.
Por eso los invito a crear su propia manta. ¡Sus mantas suspiradoras!
¿Por qué ese nombre Paula? Porque el suspiro es esa respiración profunda de alivio cuando alguien nos cubre, nos mira, nos consuela, nos abriga. Tal vez podemos buscar una tela en casa y con otros recortes ir armando nuestra manta, con los símbolos que nos representen o que representen algo para nuestra familia. Que exprese con sus colores nuestros ánimos, nuestras ilusiones o deseos. Podemos ponerle piedritas, hilos, cintas, caracoles, lentejuelas, botones, en fin, todo lo que se nos ocurra.
Y si esta manta la dejamos a mano en nuestras casas, alguien podría cubrirnos cuando estemos tristes, confundidos, aburridos, enojados, con ira, ansiedad, ganas de salir corriendo de lo que nos pasa. O tal vez seamos nosotros que cubrimos a alguien de la familia.
Podemos cubrirnos cuando estamos en calma y guardad ese calorcito en nuestros cuerpos, podemos usarla de cuevita y protegernos allí adentro, solos o en familia.
Puedo cubrir y proteger a mi mascota o a mis peluches.
No dejen de estar atentos a todas las sensaciones en el cuerpo que provoca sentirse cubierto por la manta o cubrir a otro, o cuando nos apoyamos en ella o la usamos de carpa india. Noten la textura, el peso en la parte o las partes del cuerpo que los cubre, las emociones que despierta, tal vez algún recurso, alguna anécdota de la familia.
No dejen de jugar a hacer el ritual sagrado de los indios e invitar a toda la familia.
Espero que la manta suspiradora permita muchos suspiros de paz y calma.
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