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  • Foto del escritorPaula Moreno

Dragones compasivos. Una adaptación de intervenciones basadas en CFT para la infancia.

Mi pasión por los títeres y cómo se convierten en fuente de recursos, me llevó a imaginar algunas de estas intervenciones.


No podría dejar de compartirles parte del proceso. Todo lo que implicó la búsqueda de estos mediadores.


Fue en sí mismo una experiencia sensorial. Pasar por mi cuerpo la búsqueda de una adaptación para infancias, desde lo que estaba integrando, a partir de la mirada de Mindfulness y Compasión.


La Terapia Centrada en la Compasión de Paul Gilbert, me daba la posibilidad de integrar todos estos abordajes que vengo desarrollando en mi práctica profesional, en especial desde la mirada de la psicotraumatología, el abordaje desde EMDR, el arteterapia, la narrativa, CFT (Terapia Centrada en la Compasión).


Esta teoría es una teoría integrativa que incluye abordajes como las conceptualizaciones del apego, la neurociencias, la conceptualización de la psicología evolutiva, la terapia cognitivo conductual y los abordajes de mindfulness y compasión. Gilbert hace hincapié en el trabajo con la vergüenza y como las personas pueden tomar conciencia del propio sufrimiento y el de otros y llevar adelante acciones para que ese sufrimiento sea menor.


Gilbert hace referencia a tres sistemas de regulación, con los cuales los pacientes aprenden a trabajar en la terapia, con el fin de poder sentirse seguros y confiados a medida que se acercan al material traumático. Los tres sistemas de regulación de los que habla Gilbert son: el sistema de amenaza y de autoprotección, el sistema de logros, incentivos y búsqueda de recursos, y el de calma, relajación y satisfacción.


El sistema de amenaza incluye emociones como el enojo, la ira, la ansiedad y el disgusto. Nos permite detectar las amenazas, activa los sentimientos que nos orientan hacia ellas y nos motiva a la acción de lucha, huida o congelamiento.


El sistema de logro está asociado a sentimientos como entusiasmo, deseo y ambición. Es nuestra fuente de recursos por excelencia.


El sistema de calma o seguridad se relaciona con sentimientos de bienestar, calma y paz. Éstas son las emociones que ayudan a equilibrar cuando no hay amenazas de las cuales defenderse. Estos sentimientos se asocian a experiencias de afecto, aceptación, amabilidad y afiliación.


Estos tres sistemas funcionan en equilibrio, por lo cual, si se desequilibran, surge el sufrimiento. El trabajo en gran parte, estará orientado a restablecer el equilibrio entre ellos.

Otro gran objetivo, será ayudarlos a experimentar que son valiosos, que pueden ser amados. Por ese motivo el trabajo con la vergüenza y la autocrítica serán fundantes. En este sentido todas las prácticas compasivas tendrán como objetivo, no solo incrementar el sistema de calma, sino desarrollar maneras amables de mirarse a ellos mismo, de hablarse y sentirse.


Este trabajo con las infancias no podría llevarse adelante sino trabajamos a la par con el desarrollo de estas habilidades en sus cuidadores. Nuestro foco de intervención entonces es mucho más amplio.


Tanto la práctica de mindfulness como de la compasión son de gran utilidad para ayudar al paciente a desarrollar la autocompasión, generando estrategias para afrontar la autocrítica, desarrollando una conciencia más amplia, ya sea para observar su propio mundo interno como para generar modos de evitar la respuesta automática propia de las respuestas postraumáticas, y poder decidir la manera de responder. Este discernimiento se logra con las prácticas de mindfulness que invitan a notar las diferentes partes de la experiencia: emoción, pensamiento y sensación física. De esta manera se ayuda al paciente a mejorar los vínculos inter relacionales.


Nuestro objetivo será trabajar con el logro de la seguridad interna, una vez que la externa está regulada. Esta seguridad interna será trabajada a partir de la serie de títeres. Se hará foco en este trabajo, ya sea a nivel del vínculo terapéutico, de los lazos familiares como en el mundo interno del paciente.


Se desarrollará esta adaptación para lograr la regulación emocional, fisiológica y conductual. En cada intervención se tendrá presente los elementos que conforman la experiencia. Y se extenderá al trabajo con los cuidadores e incluso con el contexto más amplio (escuela, club, familia extensa, poder judicial, etc).


Se entiende por autocompasión la posibilidad de reconocer el propio sufrimiento y hacer algo para aliviarlo. En los niños esto puede traducirse en poder reconocer su mundo interno, así como darle valor y sentido a sus emociones para poder regularlas.


La autocompasión también proporciona resiliencia, atenuando los sentimientos de vergüenza y desconexión con los demás. Una de las maneras de generar resiliencia en los niños es ayudarlos a crear prácticas donde aprendan a explorar la experiencia interna y puedan verla con ojos amorosos y no críticos. Sabemos que los niños que han sufrido situaciones de trauma pueden tener un sistema de creencias del estilo: No soy lo suficientemente bueno para ser querido, Estoy en peligro, Hice algo malo, Estoy dañado, No puedo confiar en nadie. Generar prácticas a través del mindfulness , de compasión y autocompasión, les ayudará a lidiar con este sistema de creencias atascado en el trauma.


En esta búsqueda de adaptar las intervenciones de la Terapia Centrada en la Compasión, se agregaba un desafío más: las infancias con las que trabajo han pasado por situaciones de trauma relacional, algunos de ellos presentan síntomas disociativos como distintos estados de conciencia, anestesia emocional, despersonalización o desrealización, vergüenza profunda, evitación de su mundo interno, aversión y apego extremo con los otros, intolerancia al afecto positivo, creencias negativas sobre sí mismos, sobre el mundo y una falta de confianza básica.


La gran pregunta que me hacía era cómo acercar la compasión en estos niños y niñas, cuando la vergüenza por sentirse no queridos, no vistos, no amados, creaba una barrera entre ellos y su mundo interno y entre ellos y el afuera.


Fue así que comencé a imaginar cada aspecto de los títeres que iba a usar para acercarles esta posibilidad de tramitar ese dolor. Esto implicó pensar e imaginar qué personaje sería el más adecuado, los colores, las formas, los tamaños, las cualidades de cada parte de sus cuerpos y lo que cada uno de estos personajes ayudaría a transitar, el vínculo entre ellos.

No podría haber llegado a este resultado sin mi querida Adriana Flaiban, la realizadora de títeres. Con ella fuimos amasando cada detalle con charlas muy profundas acerca de que significaba cada parte de la teoría. Nuestra misión era adaptar las intervenciones de la Terapia Centrada en la Compasión para infancias.


Para eso repasamos juntas los conceptos nodales de la teoría y cómo transformarlos en parte del títere. Ella me enseñaba en cada paso, los movimientos que esos títeres podrían hacer para lograr nuestro objetivo. Adriana no sólo es realizadora de títeres, sino que es titiritera. Yo aprendo de ella.


La adaptación consistió en el desarrollo de una serie de títeres:

  1. Cerebro terapéutico

  2. Cerebro primitivo

  3. Amarú el dragón compasivo

  4. Zalu el dragón bebé

  5. Seiryú el dragón del fondo del mar

  6. El dragón vergonzoso

  7. El fuego sagrado

  8. Las huellas de Amarú

  9. Papiro compasivo

1. El cerebro terapéutico es un títere cerebro que contiene en su interior los tres sistemas de regulación emocional. El sistema de amenaza, el sistema de logros y el de calma. Cada uno está realizado en los colores que desde la Terapia Centrada en la Compasión los han identificado. Estos sistemas tienen la capacidad de salir desde adentro del cerebro midiendo cuánto quieren aparecer y cuánto no. Cuánto necesitan la presencia de otro sistema y cuánto no. El hecho de que podamos reconocer estos sistemas dentro de nuestro mundo interno permite trabajar con la identificación de los disparadores que colaboran para que se “despierte” cada uno de ellos, y permite buscar maneras de que se activen los otros, logrando el equilibrio entre ellos.


2. El cerebro primitivo es el cerebro que evolutivamente ha creado patrones de conducta, patrones emocionales y sensoriales acordes con el pasado, con lo que necesitamos para sobrevivir en aquel momento. Es un cerebro muy gracioso, que ayuda a mediatizar a través del humor, el buceo por las experiencias dolorosas y encarnadas en nuestros patrones de reacción.


3. El primer dragón que pensé fue Amarú. Sería una dragón con mirada cálida, con antenas que pudiera detectar el sufrimiento, sus alas serían alas que pudieran abrazar, que tuvieran distintas texturas para explorar el amor que podía ofrecer. También tendría una garras que le permitirían posarse en los hombros o brazos de aquellos que necesitaran el gesto de la confianza. Amarú guardaría en su interior las cualidades de la bondad, la confianza, el coraje y la sabiduría para prestarles y regalarles a aquellos /as que no pudieran despertar la propia. Esta idea me parece fundamental. Amarú ayudará a despertar esas cualidades que todos poseemos y simplemente necesitan ser reactivadas. En los niños/as que han sufrido malos tratos de manera crónico esto puede ser muy difícil de sentir y experimentar. Por ese motivo Amarú sería como una suerte de yo auxiliar. Un aliado para, muy de a poco, sentir esas cualidades. Lo transmitirá a través de su fuego sagrado. Este fuego tiene el mismo color anaranjado que su cuerpo, un color que transmite fortaleza y coraje. Ese fuego es un fuego tibio.



Es muy potente cuando en las sesiones individuales, familiares o grupales, hago aparecer el fuego de Amarú y con permiso de la persona, el fuego va acercándose a las partes del cuerpo donde necesitan ese calor, esa sabiduría, ese coraje, ese amor.


Amarú tiene su propia historia, que es narrada a los niños/as y a sus familias o cuidadores:


Amarú el dragón corajudo


En las tierras de los magos, las brujas y los trolls vivía hace mucho tiempo el dragón más corajudo de todos los tiempos: Amarú


Amarú es un dragón de mar. ¿Saben lo que significa?


Quiere decir que tiene los poderes del océano. Cuenta la leyenda que el mar está hecho de las lágrimas de los dragones de mar.


Los dragones de mar pueden bajar hasta las profundidades más hondas y desde allí tomar toda la fuerza para realizar sus vuelos.


Amarú guarda tesoros en el fondo el mar, tesoros escondidos entre los caracoles, las algas, los corales, los peces. Nadie más que Amarú sabe tanto de tesoros. Y los puede ver gracias a su mirada de amor. Es como una luz que ilumina el fondo del mar y así puede descubrir esos tesoros. Le encanta también bailar en las profundidades, junto con las sombras que hacen él y su mejor amigo.


¿Les conté quién es su mejor amigo? Vive en el fondo del mar y es de color azul violacio. Se llama Arumá. Es un dragón muy poderoso. Arumá le recuerda siempre a Amarú que no debe huir del mido, o de la tristeza sino que puede tomarla entre sus alas y sostenerla como lo hace con su pequeño Zu.


Amarú es un dragón que tiene poderes muy grandes. Tiene el poder de transmitir fortaleza, libertad, a mor a todos los que toca con su fuego suave y calentito.


Es el único dragón capaz de lanzar por su boca un fuego lleno de amor y bondad.

Este guardián del amor estaba cansado de que las personas se trataran mal a ellos mismo o a otros.


Nunca entendió como los caballeros se peleaban entre ellos con sus armas.

Se divertía mucho cuando les soplaba con su nariz un poco de humo de bondad en las armaduras de los guerreros y éstas se derretían en el piso. O cuando sus espadas se convertían en zanahorias o sus escudos se evaporaban como nubes negras cuando les acercaba su fueguito de amor.


Amarú tenía un gran sueño, y cuando los dragones sueñan tienen el poder de hacer realidad esos sueños. A los dragones les encanta soñar porque saben que aparecerán cosas buenas y hermosas.


Su sueño era que tocaría a cada niño y a cada grande que no se sintiera querido con su fuego sagrado y le regalaría la llama para despertar el coraje, la bondad, la fortaleza, libertar y amor que están dentro de ellos. El fueguito de amor recorrerá cada cuerpito y cada mente envolviéndolos con ese amor y con esa confianza. No hay nada que resista al fuego del dragón.


Amarú además tiene antenas que detectan cuando alguien se está sintiendo mal. Las antenitas son como sus oídos que les encanta activarse y prestarle atención a quién lo necesita.


Cuando Amarú toque con su fuego de amor a cada uno podrán guardar ese amor, esa bondad, ese coraje en sus almas y desde ahí, desde sus corazones enviarlo a los demás.

Y así lo hizo.


4. Amarú tiene sentido gracias al pequeño dragón Zulu, símbolo de aquello que nos hace sufrir. Este dragón tan pequeño y tierno, permite acercar la idea de abrazar, acunar el sufrimiento y darle calidez. Preguntarle qué es lo que necesita ese sufrimiento. Muchas veces a través de este dragón pequeño podemos sanar necesidades que estuvieron insatisfechas en la temprana infancia.



Desde mindfulness podemos ir guiando este acercamiento, ayudando al niño a sentir las sutilezas de las sensaciones físicas, las emociones que aparecen, los pensamientos. Si hubiera una negativa de acercarse a este o a cualquier otro dragón, podemos trabajar integralmente con EMDR para desensibilizar lo que allí aparezca. Según la etapa de trabajo en que nos encontremos, también es posible reprocesar material traumático, pero siempre debemos tener en cuenta que el ofrecimiento de estas prácticas debe ser cuidadoso y gradual, y no necesariamente el paciente tiene que practicarlas. El ayudarles a sentir amor por ellos mismos, por su mundo interno, por sus conductas, puede ser contraproducente si el niño no se siente aún preparado para ello.


5. El dragón azul es un dragón muy poderoso, que vive en las profundidades del mar. Por eso tienen mucha fortaleza para regalarnos y la capacidad de bucear en aquello que más nos cuesta mirar. Sus grandes alas permiten sostenernos en ese buceo y su fuego es azul y naranja, compartiendo lo amoroso y bravío al mismo tiempo.



6. Por último, existe un dragón vergonzoso, que puede esconder su cabeza dentro de su cuerpo, taparse detrás de sus alas, y su cola se encoge cuando saca la cabeza de su cuerpo. Jugar así con el cuerpo del dragón, abre la puerta al trabajo desde lo corporal en el niño y a reconocer cómo ciertas posturas nos comunican algo sobre la vergüenza. Estos dragones son una comunidad y trabajan juntos. Darle a elegir al niño en cada sesión cuál de ellos será el que custodie el trabajo del día, permite renovar la intención constante de acercarnos a este mundo interno. Notar qué despierta a cada dragón, es otro de los pasos a explorar. Es una manera de trabajar con los disparadores ya sea de la hiperactivación como de la hipoactivación.



Este dragón a su vez tiene sus alas en forma de corazón y permite que la cara del dragón se vaya tapando con ellas, o permitiendo descubrirse. Los colores del dragón ayudan a reconocer la temperatura, la textura, el color de la vergüenza en ellos/as. Que los niños/as puedan manipularlo permite una distancia óptima para explorar este sentimiento.


7. Cada fuego de cada dragón acompaña las cualidades de cada uno de ellos. Todos tienen su propio fuego excepto el dragón vergonzoso que ha perdido esta capacidad por su vergüenza. Los niños/as pueden ayudarlo a recuperarla.



8. Poder trabajar con la infancia en su manera de mirarse, tratarse y cómo mirar al mundo, repercute en sus vínculos y en su manera de estar en el mundo. Por ese motivo realizamos unos títeres que son las huellas de Amarú.



Estas huellas permiten gestionar las conductas que quiero desarrollar, cómo quiero practicar mis maneras de relacionarme con los demás, qué acciones concretas puedo llevar adelante.


9. Existe en esta adaptación, un papiro compasivo. Es un papiro antiguo, que tiene un aroma en particular y que nos permite escribir estos compromisos, por ejemplo. También estos papiros permiten llevar adelante una práctica compasiva que tienen que ver con escribir cartas compasivas a nuestros miedos o a nuestro crítico interno.


Cabe aclarar que esta adaptación se desarrolla de maneras muy específicas cuando trabajamos con niños con síntomas disociativos. No es este escrito el lugar para desarrollarlo, pero es necesario saber, que requiere no sólo de un diagnóstico certero sino de un trabajo bajo la perspectiva del trauma y la disociación.


Esta adaptación de abordaje recién comienza, tiene toda la potencia de la creatividad, el sustento de lo teórico y la grandeza de ser transformada por cada niño/niña y por el vínculo entre ellos/as y yo.


Esta historia continuará…


Agradecimiento a:

María Noel Anchorena, Santiago Nader, Gonzalo Brito y Adriana Flaiban.


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