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  • Foto del escritorPaula Moreno

Collagear: En busca de la integración

Desde muy pequeña siento atracción por esta técnica. Me encantaba buscar cuanto cachivache encontrara para realizar mis collages. La búsqueda de este material se convertía en una fuente de inspiración y motivación potente. Descubrir papeles coloridos, antiguos, pedacitos de telas, caracoles, un poco de polenta o de café se convertían en nuevos mundos imaginarios. Tal vez eran las partes de un posible nuevo mundo.



Así es que decidí incorporar esta técnica nacida en el asombro de mi infancia como parte de mi trabajo con niños/as, adolescentes y adultos.

El collage lleva a la posibilidad de crear desde las partes una nueva forma, un nuevo contenido. El proceso comienza en la búsqueda del material. Aquí reside el alma de la intervención. Puedo utilizar revistas, imágenes, telas, botones, envoltorios, fotos, cachivaches, cintas. Puedo jugar con los colores y texturas, buscar objetos que me permitan resaltar alguna parte u ocultar otra. Que den relieve, que opaquen, que unan, que cambien alocadamente la forma o el tamaño.


Puedo buscar el material y dejarlo guardado para cada trabajo o también puedo iniciar esa búsqueda cada vez que emprenda un nuevo collage.

También elijo los materiales para recortar las imágenes: puedo usar tijeras, punzones, mis propios dedos.


Recortar las imágenes suele ser un momento mágico. Elegir las partes que conformarán esa nueva realidad conlleva prestar atención a los detalles, imaginar nuevas formas para esas ya dadas. Tal vez pueda jugar con desproporcionar formas o tamaños, colores que se superponen o relieves que sobresalen.


Existe en esta parte del proceso la posibilidad de encontrar nuevos caminos, nuevas ideas. Y no solamente eso sino también acompañado de una emoción que en muchas oportunidades va de la mano de la curiosidad y de la alegría.



Ese recortar permite que quién lo haga tome la decisión de que partes elije dejar, cuáles transformar y cuáles sacar. El hecho de usar diferentes estrategias de corte agregan una cualidad cenestésica que no puedo dejar pasar por alto. Guiar este momento es muy valioso para el paciente. Ayuda a prestar atención a su cuerpo y a su mundo interior que empezó a manifestarse desde el principio del collage. Pueden aparecer pensamientos del estilo: "no puedo cortarle la cara", "me siento raro partiendo la imagen", "me gustaría poner todo, no puedo elegir".


Cortar con los dedos invita a apreciar lo imperfecto y la belleza que allí se guarda.

Es un buen recurso ofrecer el uso de papel de calcar. Un perfecto intermediario que nos deja jugar con lo que se observa y lo que no, lo que se trasparenta y se difumina, con lo misterioso y lo oculto, con lo que nos da ganas de descubrir como con aquello que nos da miedo mirar.


Las capas de una realidad se pueden ir descubriendo como finas veladuras.

Andruetto dice en su libro Veladuras: "Me gusta hacer las veladuras y también los falsos acabados. Falsos acabados, así como los llaman, porque se pinta para que parezca piedra, mármol o madera con sus vetas, sus manchas, sus cogollos(…)aunque no sean verdaderos a mí igual me gustan, hacen que después de mucho cubrir y sobar, todo quede al fin bastante bien. No sé qué piensa usted, doctora, pero a mí se me hace que es también así la vida(…)Primero cubre uno todo y después va sobando de a poco lo que tienen soterrado, que es siempre lo que duele y hay que soliviar. Es de este modo como se cubre lo que estaba expuesto. Por eso pienso algunas veces que si pudiera hacerme yo misma a mí esas pátinas como estas que le hacemos a los ángeles, si pudiera pasarle oro a lo que ha perdido brillo, si al alma de uno le fuera bien hacerle veladuras, seguro que lo que duele se pondría opaca y no se sufriría más. Me gusta estos menesteres, porque se cubre lo que está debajo pero igual se ve. es lo que pasa con lo que está velado: se ve mejor que cuando está expuesto" ( Andruetto, María Teresa. Veladuras.Buenos Aires, Grupo Editorial norma, 2005)



La insolente tarea de acomodar los pedacitos de papel sobre un lugar despejado, invita a detenerse y apreciar. ¿Qué siento frente a ese espacio? ¿un abismo, una posibilidad, temor, me despierta coraje?


Armar y desarmar esas piezas en el papel espacioso comienza a darle un sentido, tal vez uno nuevo. Superponer, tapar, tachar, dar vuelta, girar, dejar espacios, combinar colores, resaltar.

Integrar en ese espacio se convierte en un integrar de emociones que juegan entre papeles y tijeras.


En un costado del collage aparece uno de sus protagonistas, a la espera de nuestra creación: el pegamento. Una espera surcada por la paciencia y la atención, en donde elijo cada pedacito para poner en él la cantidad suficiente, ni mucho para que desborde ni poco para que no pegue.


Con estas cualidades ofrezco la guía a mis pacientes en sus propios procesos de integración. Donde puedan ser amorosos y tomar la perspectiva necesaria para observar(se) su collage. Como si el pegamento de cada una de esas piezas fuera su propio corazón.

Podemos collagear creando lugares de calma o lugares de seguridad, podemos crear collages que nos ayuden a enfrentar nuestros peores temores, nuestras alarmas internas o externas. Podemos collagear para dar cuenta de cómo está la mente en ese momento, que aspectos internos están presentes. Puedo collagear emociones, pensamientos y hasta sensaciones corporales.


Puedo hacer collage para buscar algo en el pasado o proyectarme al futuro, puedo enraizairme mientras collageo. Puedo hacer del collage la más preciosa meditación.

Puedo hacer una línea del tiempo con collage, y una línea emocional, puedo buscar aquellos aspectos que disparan mis más temidas reacciones.



Una vez que el collage esté temporalmente terminado (ya que siempre existe la posibilidad de modificarlo)puedo dedicarme a observarlo y notar lo que aparezca.

En muchas oportunidades el collage se convierte en el nudo para procesar . Es posible a través de EMDR procesar con varios collage a la vez. Alguno que sirva para el paciente de ancla segura o calma y aquél que necesite elaborar.


Los collage dialogan entre sí y podemos escuchar lo que tienen para decirnos. Allí también radica una posible solución. Un espacio para que aparezcan preguntas, o valores que quiero rescatar, mandatos familiares que surgen de entre los trozos de papel.

Para niños y grandes hacer un collage es una invitación a jugar. Un artilugio creativo, metáfora poderosa para acercarnos al proceso de integración.


Dice Siegel "La integración se halla en el núcleo del bienestar y constituye la base de la

neurobiología interpersonal. Un sistema integrado es más flexible, adaptativo, coherente, estable". Siegel,Daniel,J (2012). “Mindfulness y psicoterapia. Técnicas prácticas de atención plena para psicoterapeutas”. Ed. Paidós

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